No conocía a Mariana Enriquez. Mi hermana me ofreció, el duodécimo mes del año los doce cuentos que componen Las cosas que perdimos en el fuego ... ¡Vaya regalo!
En los doce relatos, el aspecto sobrenatural es un protagonista secundario. El papel principal le toca a algo bien real: el cotidiano argentino y el comportamiento de la sociedad , de la gente, de individuos. Eso es lo terrorífico en el libro: las violencias domésticas en el cuento epónimo, el desamor en Tela de araña, la automutilación en Fin de curso, anorexia en Nada de carne sobre nosotras, la pobreza en El chico sucio, la contaminación (y otra vez la pobreza) en Bajo el agua negra... etc. A veces los personajes podrián ser tu y yo. Crean sus fantasmas, sus monstruos o sus miedos a través de su culpa, su inmovilismo, sus obsesiones. Otras veces personajes son un retrato de la juventud argentina no muy honroso. En algunos cuentos encontrarás niños o adolescentes perdidos, marginales, drogadictos y de forma general rotos porque fueron abandonados por sus padres o por la sociedad que se preocupen poco por su destino. Así, o mueren o desaparecen, hasta se vuelven monstruos (El patio del vecino) . Los elementos sobrenaturales casi están para dar sentido a lo inaceptable o lo intolerable.
Pienso que cada cuento se merece un estudio minucioso y por eso Las cosas que perdimos en el fuego es una obra muy fuerte y muy rica.
Entre lo fantástico y la dimensión social, vas al encuentro de Argentina. Muchas palabras la hacen resonar en sus páginas. Hacen resonar su folklore con la chaya (fiesta ancestral en La Rioja), las rancheras (canciones populares) o la Murga (fiesta carnavalera). Hacen resonar su cocina con el choripán o el clérico. Hacen resonar sus creencias paganas, con San La muerte o Gauchito Gil, santos populares. También vas al encuentro de Paraguay, con el ñanduti, encaje artesanal que imita la tela de araña, tema central de uno de los cuentos. Solo puedo invitarte a leerlo para saber quién es la araña y quién es la presa.
Si hay una cosa que no perderás al leer Mariana Enriquez, es tu tiempo. ¿A qué esperas? Sentir miedo es sentirse vivo.
